Los atrae el vacío legal, que permite practicar donaciones o congelamiento de embriones. Además, los precios son más bajos que en la mayoría de los países, la atención es más personalizada y España, otro destino habitual, está saturada.
Dicen que Dios atiende en Buenos Aires… Y parece que no es el único. Las estadísticas de los principales centros de reproducción cuentan que la cigüeña también resuelve por estos pagos. Actualmente, en algunas clínicas porteñas, ya dos de cada diez parejas que se someten a tratamientos de fertilización asistida son extranjeras. Cada año, cientos de mujeres y hombres de Norteamérica, Europa y Latinoamérica vienen a distintos centros de Capital a concretar el sueño de ser padres.
Las razones que justifican el viaje hasta este rincón del mundo son varias. En primer lugar, los precios son más que convenientes: los tratamientos de alta complejidad (los más demandados por los extranjeros) cuestan en Argentina la mitad que en los países del Norte y bastante menos que en otros de la región.
Pero el ahorro de dinero no es lo único que evalúan: también pesa, y mucho, el prestigio que tienen los especialistas y los centros de reproducción locales; la ausencia de normas que limiten el número de embriones, el perfil del destinatario de estas prácticas o el tipo de procedimiento; y el factor humano.
“Ese plus no tiene competencia en el exterior. Las parejas valoran los contención afectiva y el trato personalizado, cualidades que están en la idiosincrasia argentina y que difícilmente encuentren en otro lugar”, coinciden especialistas y pacientes .
“Actualmente, alrededor del 20% de los pacientes que concurren al centro son extranjeros. Como tenemos sedes en varios países, algunos pacientes que deben trasladarse temporalmente al país siguen el tratamiento aquí, y otros eligen este destino por el prestigio de la medicina argentina, por los costos y por el trato humano. Les sorprende la calidez de los médicos y la flexibilidad en cuanto a los esquemas terapéuticos. Nosotros estamos acostumbrados a trabajar bajo presión y en períodos de crisis, y nos adaptamos más a las necesidades del paciente”, explica Fernando Neuspiller, de IVI Buenos Aires.
En el Centro Argentino de Fertilidad manejan cifras similares. “Los extranjeros valoran mucho la personalización del tratamiento y la contención afectiva, algo que raramente encuentran en otros países”, dice el doctor Marcelo Bergamasco. “Las consultas aumentan a principios de año y en las vacaciones de invierno”.
Claudio Chillik, del CEGyR, confirma que son de afuera el 10% de las parejas que se tratan allí. “La mayoría son de países latinoamericanos, pero también de EE.UU. y Canadá. En 2008, sobre 1.300 fertilizaciones, 132 pacientes fueron del exterior. Lo económico pesa, pero también influyen nuestros excelentes resultados y las diferencias en el trato, que en estos tratamientos es muy importante”, dice.
Es tan firme el fenómeno que algunos centros ofrecen un paquete de “turismo reproductivo”, que conjuga la asistencia médica con servicios de anfitriones bilingües, asesoramiento en materia de hospedaje y recreación durante la estadía en Buenos Aires. “Cuando nos consultan, los contactamos con nuestro agente de turismo, que les provee la información necesaria para alojarse cerca del Instituto”, explica Bergamasco.
Los expertos coinciden en que fue la devaluación la que disparó la tendencia y que Buenos Aires empieza a sumar pacientes de otras latitudes. “En los últimos años creció el número de pacientes europeos, que ya acaparan la mitad de las consultas extranjeras en nuestro centro”, dice Ester Polak de Fried, del CER.
“A los europeos los favorece el tipo de cambio, pero también fue determinante la promulgación en Italia de una ley muy restrictiva, en la cual prohíben algunos procedimientos para la reproducción (y también el congelamiento de óvulos fertilizados y la donación de óvulos y esperma), limitan sin criterio médico el número de óvulos a fertilizar y demás. Eso disminuye drásticamente las chances de lograr un embarazo y empuja al ‘turismo reproductivo'”, explica Polak.
España, por la laxitud de sus normas en materia de fertilización, ganó así un montón de pacientes de países vecinos y algunas de sus clínicas tienen lista de espera de meses, otro factor que favoreció a nuestro país.
Además, Argentina directamente no tiene regulación sobre el tema, lo que suma otra “atracción”. “Acá no hay restricciones, depende de cada centro. Sólo en algunos exigen que haya una pareja o que la mujer no tenga más de determinada edad. Algunos ni siquiera limitan el número de embriones a transferir, un verdadero peligro”, advierte off the récord un reconocido especialista.
Otro tema de consulta frecuente por parte de los extranjeros es la donación de embriones. En Argentina esa práctica no está regulada, pero fuera de micrófono los expertos reconocen que se hace. “En el país no se hace nada raro ni ilegal. Nadie clona ni manipula. Pero nada debería quedar a criterio ético de cada centro o médico -enfatiza el doctor Chillik-. Necesitamos urgente una ley que nos contenga”.